La comunicación dentro de un árbol entre las raíces y las hojas ya ha sido bien estudiada. Las plantas perciben las señales del entorno, por ejemplo sobre las condiciones de luz o agua, con la ayuda de las hojas y las raíces y las intercambian entre sí. El "centro de mando" son las puntas de las raíces, que se mueven por el suelo como una lombriz, perciben el agua o las toxinas y envían señales eléctricas a las hojas a través de vías conductoras en el tronco. Si las raíces encuentran muy poca agua en el suelo, por ejemplo, lo transmiten a las hojas, que cierran sus aberturas para que se evapore menos agua. Las hojas, en cambio, envían información a las raíces sobre las necesidades de nutrientes o las plagas, por ejemplo.
Pero los árboles no sólo se comunican consigo mismos, sino también entre sí. Por ejemplo, los árboles de la misma especie se reparten el espacio disponible a través de mensajeros en el espacio radicular, deteniendo el crecimiento de las raíces en cuanto crecen demasiado cerca de sus parientes más cercanos. Si un árbol es atacado por plagas, también envía compuestos de carbono a los árboles de los alrededores, informándoles de la infestación. Los árboles advertidos forman entonces taninos como protección contra las plagas que se comen las hojas, lo que hace que éstas ya no sean comestibles ni venenosas. Los árboles también pueden comunicarse con los animales. Un ejemplo es el tabaco silvestre: la planta utiliza la nicotina contra varios tipos de orugas y, por si fuera poco, utiliza sus olores para atraer a las hormigas y las lagartijas, que se comen a los insectos.
Además del intercambio de señales eléctricas, los investigadores también suponen que los árboles intercambian savia y nutrientes entre sí. Por ejemplo, los árboles débiles o enfermos reciben el apoyo de los árboles vecinos con savia y nutrientes, o incluso los árboles madre suministran a sus descendientes soluciones azucaradas a través de sus raíces.
La base de este comportamiento es el constante intercambio de los árboles con los hongos, la llamada micorriza, una fina red de raíces. Los árboles y los hongos entran en una simbiosis perfecta: El árbol suministra al hongo compuestos de azúcar procedentes de la fotosíntesis, que el hongo no puede producir por sí mismo pero necesita como proveedor de energía. A cambio, el hongo suministra al árbol los nutrientes del suelo que son difíciles de aprovechar, amplía la superficie radicular del árbol y facilita la absorción de nutrientes y agua al aumentar la superficie de contacto con el suelo. Además, algunos hongos micorrícicos producen toxinas que matan las plagas de los árboles y filtran los metales pesados y otros contaminantes del suelo.
En total, los bosques de todo el mundo almacenan hasta 4.000 millones de toneladas de CO2 al año. Sólo la selva amazónica filtra una cuarta parte. Pero, ¿cuál es la capacidad compensatoria por árbol? Los árboles absorben el dióxido de carbono -un árbol está compuesto por una media del 47% de carbono puro- porque lo necesitan para su propio crecimiento. Se calcula que los árboles pueden absorber una media mundial de unos 10 kg de CO2 al año. Existen cifras más precisas para los trópicos latinoamericanos: aquí, una hectárea de bosque fija una media de 11 toneladas de CO2 al año en los primeros 20 años, y por tanto unos 16 kg de CO2 al año por árbol.
Básicamente, los árboles grandes con muchas hojas y grandes diámetros absorben más CO2 que los árboles jóvenes. Sin embargo, los árboles jóvenes absorben grandes cantidades de CO2 para crecer. Por lo tanto, para una absorción óptima del CO2, incluso en los proyectos de forestación de orientación holística, es importante incluir ambas partes: La conservación de los árboles viejos ya existentes y la plantación de nuevos árboles. Otro punto que hay que tener en cuenta: Los bosques ricos en especies suelen almacenar más carbono que los bosques formados únicamente por coníferas o árboles de hoja caduca. Un equipo de investigadores de la Universidad de Halle Wittenberg ha podido demostrar en un estudio que los bosques mixtos pueden almacenar aproximadamente el doble de carbono que los bosques monoculturales. También son más resistentes a las influencias ambientales, como las tormentas o la infestación de plagas. Por lo tanto, no se debe apoyar la forestación en monocultivo puro, sino que debe diseñarse lo más cerca posible de la naturaleza. Esto puede lograrse, por ejemplo, con el método de cultivo "agroforestal dinámico".
Mucha gente sabe que los árboles tienen un efecto positivo en nuestro clima y proporcionan un buen aire. Pero los árboles pueden hacer aún más: tienen un efecto positivo en nuestra salud. Un paseo por el bosque puede ayudar a reducir el estrés y fortalecer nuestro sistema inmunológico. Los investigadores han descubierto incluso que los pacientes del hospital se recuperan más rápido cuando pueden ver los árboles a través de sus ventanas. Además, el riesgo de enfermedades cardiovasculares se reduce, así como el riesgo de hipertensión o diabetes, si se vive en una zona con muchos árboles.